LA GENERALIZACIÓN DE LAS PERVERSIONES
El mecanismo inconsciente de la perversión.
Como
psicoanalista, comienzo por interrogar el mecanismo inconsciente de la
perversión.
Partiendo
de Freud, en su clasificación de enfermedades, tenemos tres cuadros:
1.
Neurosis, 2. Psicosis, 3. Perversión.
Siguiendo
a Lacan, su eminente discípulo, las tres enfermedades corresponden a las
posiciones que toma el sujeto ante lo que él llama La Ley.
Esta
Ley es la forma en que funciona el lenguaje, del que el inconsciente es
conviviente; es, por lo tanto, la forma en que funciona el inconsciente.
Parecido al aburrido manual de instrucciones de un electrodoméstico. No es el fondo de la cosa, pero sí la forma en
que funciona.
Y
las patologías son aquellas posiciones, los modos en que el sujeto se
posiciona, se somete a ser atravesado por el lenguaje.
No
es lo mismo que el tifón te coja de frente y te estampe contra la pared, que te
coja de lado y sólo te de un revolcón. O que te coja de maneras elásticas,
variadas, dejándote con recursos frente a la catástrofe.
1.
Neurosis.
El
neurótico carga con la ley a sus espaldas como una cruz, como una especie de
auditor de la gestión de la ley.
2.
Psicosis.
El
psicótico rechaza la ley, vive por fuera del lenguaje que al mismo tiempo lo
conforma. No ve la realidad del lenguaje, a costo del delirio.
3.
Perversión.
El
perverso repudia la ley. Es un jurista de la ley que lo habita, pero a costo de
repudiarla, de no prestarle atención. Se ve abocado a construir otras diferentes.
Un poco de historia cultural de las patologías
mentales.
Freud,
a fines del XIX, empieza a estudiar la histeria en París, con el profesor
Charcot.
Empieza
a intuir que, en lo que Charcot llama ´estado hipnoide´, se manifiesta una
escisión o división del yo, que el joven Freud siente como un estado propio del
sujeto; demasiado intenso en los síntomas de las histerias, lo que las lleva a
enfermar. No por la disociación, que es propia del sujeto sano, sino su
intensidad.
Esto
va a marcar la base de su clínica para siempre, que recién décadas más tarde
llegará a demostrar teóricamente en su artículo ´La escisión del yo en el
proceso de defensa´, donde nos presenta la idea interesante y novedosa de que
el niño, enfrentado a lograr su satisfacción o aceptar la prohibición de la
realidad, se queda con las dos soluciones. Pagando un precio, que es la ruptura
permanente del yo.
Sugiriéndonos
la sorprendente idea de que esta ruptura del yo es consustancial al psiquismo
humano. Entre el sometimiento a la realidad y su negación, navegará su
espíritu.
Este
es el posicionamiento de la perversión, que Freud coloca en los fundamentos del
psiquismo.
Siendo
esto así, nos vemos ante un desafío teórico:
¿De
qué modo y manera se puede convertir esa posición de duplicidad entre la
satisfacción y la prohibición, en una conducta constructiva?
Lo
primero es entender que esta doble inscripción del yo, es una función psíquica
del pensamiento y no un destino en la vida.
Se puede convertir en patología
perversa, pero en sí misma, sólo es una funcionalidad.
Una funcionalidad
crítica, incluso peligrosa, es cierto; pero no es una enfermedad, no es una condena.
La otra respuesta.
¿Y cuál es la otra
respuesta que la conducta del ser humano puede hacer de esta doble reacción
frente a la satisfacción y la realidad?
Es el arte, el
pensamiento creativo; porque el que gestiona la elección de la realidad desde
un yo partido, es el poeta. Lo hace para construir la realidad, no para
dañarla, como el perverso. El poeta trabaja el inconsciente, no se lo come a
pedazos.
La perversión nace en la psicosis cultural.
La
perversión es una salida desesperada para no caer en la pérdida de realidad de la
locura reinante en nuestro tiempo.
Es
por eso que, en tiempos culturales donde la psicosis se ha convertido en ley de
la realidad, el inconsciente, aterrorizado, recurre a la perversión.
Los
actos extremos de perversión, como los que se denuncian en estos tiempos, como
la violación de niños y la violencia familiar, son emergentes de una cultura donde
se ha perdido la realidad; una cultura psicótica.
Si
estamos tan perversos, entonces, es porque estábamos inmersos en la locura.
Trabajar la cultura.
Trabajar
la cultura, por lo tanto, es el camino debido. Reprimir con mayor fuerza, como
la prisión perpetua, como proponen algunos miembros del Estado, más allá de su
manipulación política o de ser un gesto que pueda llegar a ser adecuado para
poner límites en la psicosis; no deja de ser una falla teórica en el enfoque de
la cuestión. Implica una concepción de ausencia de inconsciente.
Como
ley cultural, en el S.XIX imperaba la neurosis; que condujo al psiquismo del
S.XX, en el que se fue imponiendo la psicosis. Tener un pensamiento psicótico,
con el que entramos en el S.XXI, como locos.
La creación del Poeta.
Es
el camino de resolución.
Según
lo vemos, la pasión por la reconstrucción poética de la realidad, ha de ser la
imposición del siglo actual; la pasión del artista.
El
XXI está condenado a ser un siglo de poetas, gracias a cuyo trabajo sale de la
muerte, o de la antesala de la muerte.
“Cuando
todo está destruido, la posibilidad es poética”, dijo el joven movimiento
psicoanalítico Grupo Cero en Buenos Aires del 70.
Allí
lo vimos, y 60 años después, éste es el momento claro de su implementación.
Que
la sociedad se aleje de la creación artística, es lo que hace que, se busque la
manzana dorada de la humanidad, en la violencia.
La
doble ley de la aceptación y rechazo de la realidad, en su ruptura del yo, hace
que todo vuelva a empezar de mano del poeta o, a que se retuerza histéricamente
en el mismo lugar como los histéricos del XIX. Un paso adelante hasta el
presente, o dos siglos para atrás.
Hagamos
cualquier basura, cualquier cosa da igual, con tal de escapar de la ausencia de
realidad, dice el perverso, y mata, pega y fornica sin aceptación.
Tranquilos,
ya viene el poeta, que otra cosa hará.