¿Por qué razón el ángel más angélico de la corte de dios se convierte en Luzbel, uno de los nombres del diablo?
¿Por la misma razón por la que a Moisés no se le dejó entrar a la tierra prometida a la que había guiado a su pueblo?
En este caso,
claramente, se debe a que se le olvida que quien guio sus pasos por el desierto
no era él mismo, sino Dios.
De tanto trajinar con el palito, se le había subido el poder a la cabeza.
Richard Nixon, “Dicki triki” (Ricardo el de los trucos), el cuestionado presidente norteamericano, en su libro “Líderes”, dice que a él no le interesa el poder sino lo que puede lograr al tener poder. No entro al tema de si esto es o no sincero, simplemente me parece interesante el concepto, que también coloca a la humildad en el centro de todas las cosas humanas.
Todas estas preguntas sobre
los mitos históricos de la cultura occidental, a la que pertenecemos por
nacimiento, se responden con una misma palabra: Vanidad.
La vanidad es lo contrario a la humildad.
La vanidad es lo contrario a la humildad.
Siendo la humildad, a
la que está abocado aquel que se da cuenta que está determinado por el
inconsciente.
Desde la teoría psicoanalítica del inconsciente, que asume que el psiquismo está determinado por mecanismos inconscientes, se puede sostener que todos los hombres somos hermanos porque todos tenemos inconsciente.
Queda la vanidad situada como el pecado más grave, o la sustancia esencial de todos los pecados. Y la humildad proveniente del saber que estamos determinados, o sobre determinados por los mecanismos inconscientes.
Por eso nuestra
plataforma ideológica humanista es que “Los que sobran no sobran”. No hay
sostén para la exclusión basada en que los excluidos son de una naturaleza
menor o degradada, como lo siente el partidario de la exclusión.
Porque, como expresamos todos estamos determinados por la circunstancialidad de inconsciente.
La luz extraordinaria
que irradiaba Luzbel, se debía a su profundo conocimiento del hecho de que
estaba mandado por Dios; o según la teoría psicoanalítica que, según la forma
en que se combinan los significantes de tu inconsciente, se determina, o se
produce tu personalidad, tu sensibilidad y tu destino.
Él supo sostener este saber con humildad, pero algo le pasó que en un momento se salió del carril y como en los otros ejemplos tan humanos que hemos interrogado, creyó que era él, el creador de su maravillosa luz y cayó del lado oscuro de la fuerza, parafraseando la famosa saga hollywoodense.
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