Por el funcionamiento inconsciente del significante, que cuando emerge – lo cual es permanente – produce un nuevo sentido de las cosas del mundo y de nosotros mismos; por esta identidad en permanente recreación, los sujetos nos hallamos tironeados por dos corrientes contrarias, la del sentido y la del inconsciente.
Todo humanito intuye estas dos fuerzas en su naturaleza. Quien se inclina hacia el sentido se apega a un mundo cierto, mientras el que lo hace hacia la visión de su permanente creación siente la inquietud de lo cambiante.
Entre la alegría de la creación y aquello que hace caer todo sentido, andamos.
Quizás la mayor de las sabidurías, aquella que los mantras orientales llaman samadi o nirvana consista en la visión de esta dinámica del significante – universo de combinaciones – sin perder de vista el sometimiento al sentido que es nuestra felicidad. El goce de este surf existencial es inigualable. No es otra la búsqueda del arte.
Como le escuché decir un día a un rabino hablando de la cábala, es un vino fuerte, no para todos los estómagos.

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