El humanito es el que sube la escalera mientras la baja.
Imaginemos que lo lleno, por su contraste con lo vacío, nos haga sentir la dimensión de un orificio infinito.
Imaginemos a continuación que aquello que simbolizó la falta - una nada - elevándose a la enésima potencia, pase a la sensación contraria:
Soy infinito, hasta mayor que infinito, ya que en mí cabe un infinito orificio. Portadora del camino mayor hacia lo sagrado, soy mujer, posición femenina...
Paradójica expresión: mujer, el sexo de la infinitud, nada escapa a mí, soy como el universo mismo.
Como en un cuento oriental que ejemplifica la naturaleza de la divinidad, donde un jinete temerario galopa entre llanuras y montañas durante muchas jornadas, para saber qué hay más allá de la mano de Buda, hasta que finalmente lo consigue, cayendo entonces en cuenta que de la mano de Buda no ha salido jamás.
Como mínimo la feminidad es sexo pasible de infinitud, infinitesimal, que tiende a infinito.
Este anagrama simbólico no tiene nada que ver con el sujeto biológico, vale decir, con la existencia de la vagina en el cuerpo de la mujer.
Tiene que ver con el lugar de la vagina, en el sentido inconsciente de la diferencia de los sexos, que puede relacionarse con lo que Freud describe como represión primaria.
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