La función del yo en el aparato psíquico es llevar el registro de la realidad. Todas las sustancias psico activas producen una variación en este registro. Todas las drogas descentran el yo, haciendo que el sujeto vea la realidad de una forma diferente a la habitual.
Cuando el yo tiene una fijación sobre una manera de ver el registro de la realidad, el pensamiento se vuelve dogmático. Un pensamiento dogmático es aquel que tiene una sola visión de la realidad, una visión cerrada, en la que no cabe la posibilidad de imaginar ninguna variación posible de la misma.
Pero lo esencial del yo dogmático no consiste sólo en el hecho de ver las cosas de una única manera; sino en una lógica que no tiene en cuenta la posibilidad de la variación, la posibilidad de llegar a verla de otra. No es el caso de alguien que considera que pudiera ver desde otro ángulo pero se da cuenta que no tiene la capacidad de hacerlo; como el caso de un investigador que tiene una concepción del fenómeno y se da cuenta de que esta concepción es limitada, y a partir de esa toma de conciencia, puede investigar otras formas de entenderlo. El yo dogmático no concibe posible otra forma diferente. La visión dogmática es una visión cerrada.
A partir de esta noción, nos dirigimos a plantear que la personalidad dogmática, con el pensamiento cerrado a una concepción distinta, está predispuesta a la drogodependencia.
En la base del aparato psíquico, en su fundamento inconsciente, tiene lugar una condición lúdica, que se traslada directamente a la forma de producción del sentido. Se trata de un mecanismo combinatorio, que hace que según cuál sea la combinación de elementos inconscientes, se producirán diferentes sentidos de la realidad.
Esta combinación ha sido teorizada por Lacan a partir de sus estudios del lenguaje aplicados a la teoría del inconsciente, en la “teoría del significante”. Dos de los trabajos claves en los que elabora esta teoría es en “Función y campo de la palabra”, que se conoce también con el nombre de “El discurso de Roma”; y en “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”.
En síntesis, por decirlo con rápidas imágenes, significa que el inconsciente está formado como una ruedita de símbolos que se van sustituyendo unos por otros y, según la combinación de elementos que se produce en cada momento, se arma un sentido del mundo. Este sentido por lo tanto, tiende a cambiar naturalmente, según esta dinámica que organiza el inconsciente.
Al yo, por eso, le corresponde la función de regulador de la producción del sentido, para que sea adecuada a las condiciones de la realidad y a los impulsos de la personalidad. Si no ejerciera el principio regulador, la producción del sentido tendería al caos, o por el extremo contrario a la inmovilidad.
Cuando se produce un funcionamiento cerrado del yo, hay un gran sufrimiento en el sujeto, porque siente constreñida la tendencia esencial del psiquismo, de recrear la realidad.
No se puede vivir sin cierta represión de esta tendencia, porque la personalidad tendería al caos. No hay más remedio que educar los impulsos lúdicos primarios. En el caso contrario, cuando la represión se ejerce de una forma excesiva respecto a la que exige la adaptación a la realidad, se produce un gran sufrimiento.
En este punto, entendemos que las sustancias psico activas, liberan al sujeto de ese sufrimiento, debido a que tienen la capacidad de producir un descentramiento del yo; confrontando el yo dogmático, con la vivencia de cambio de sentido.
Por ello es que el yo dogmático es la condición psicológica esencial para que el sujeto pueda tender a la adicción.
Si una persona no tiene este problema, sino que se halla en un adecuado funcionamiento yoico, que reprime el impulso que es necesario reprimir, pero deja libre al que no es necesario; ante la vivencia de descentramiento, no sufre ninguna tensión, y por lo tanto, si experimenta con alguna droga, en ello no va a hallar un estímulo particularmente atractivo.
Mientras que aquel que descubre en esa experiencia, que el mundo depende en gran medida de la lectura con que lo enfoca, tiene una puerta de entrada facilitada a la adicción. Como no ha aprendido a llevar a cabo por sus propios medios, la consideración de otros puntos de vista, halla en la droga una herramienta para lograrlo
El psicoanálisis produce, en esta persona dogmática, una apertura del yo hacia el descubrimiento de de la posibilidad de otras lecturas del sentido de la realidad y de su propia persona. Por ello libera a sujeto de esa contrición de la base de la función inconsciente, por el camino del aprendizaje del conocimiento de su propio yo, de su propio sujeto, para decirlo con propiedad.
En la clínica de los adictos sometidos a psicoanálisis, hemos aprendido que, como en muchas otras patologías estructuradas en el síntoma, puede ser útil o necesaria la reeducación, como se hace en los tratamientos de tipo comunitario; para ayudar al paciente a manejar los síntomas que se llevan por delante los intentos de modificación psíquica. En todo caso, mientras el sujeto aprende a contener sus síntomas, el tratamiento psicoanalítico le facilita un instrumento de crecimiento de su yo, sometido a tensiones extremas de tipo dogmático.
Puede aprender por tanto que, como sujeto provisto de pensamiento, puede manejar sus concepciones de la realidad del modo más respetuoso con su naturaleza psíquica, y con las necesidades de la realidad.
Recordamos a un señor de algo nivel intelectual y de gran maduración psíquica, que había consumido cannabis por primera vez en su vida, e iba diciendo con gran asombro a quien se cruzaba con él: la realidad no existe, la realidad no existe.
El efecto del cannabis le había tomado por sorpresa, produciéndole un efecto de brusco descentramiento del yo, haciéndolo entrar en un “viaje”, al que describía de esa manera.
No era una persona dogmática sin embargo, por su sensibilidad, no dejaba de notar el efecto descentrador de la sustancia.
Es este un anti ejemplo, del que tomamos esa frase para explicar la tendencia a la adicción.
Cuando una persona ha estado atornillada a una forma de ver la realidad, el efecto de la droga, al hacérsela percibir de otra forma, le hace ver que “la realidad no existe”, sintiendo el placer de quien se alivia de una forma rígida de sentir.
Este efecto, al que está incapacitado para llegar por sus propios medios, le facilita entrar en un uso dependiente de la droga.
Como el tratamiento psicoanalítico tiene, al igual que la droga, el efecto de descentrar la rigidez del yo, y hacerle percibir por lo tanto que “la realidad no existe”; el uso de la droga se tornará innecesario.
Así, cuando reeduque el hábito del consumo, no tendrá necesidad de volver a la adicción.
Es por eso que cuando el paciente dependiente se trata con psicoanálisis, suelen desaparecer las tendencias a las recaídas; típicas de la experiencia de los tratamientos reeducativos. Como lo dicen clásicamente en la terapia de reeducación de las asociaciones de Alcohólicos Anónimos, “una vez alcohólico, siempre alcohólico”. Esto no es así cuando la persona se trata mediante el psicoanálisis, que cambia la condición psíquica que le hace necesaria la bebida.
Esto da una respuesta al interrogante, planteado muchas veces, en relación con la adicción: ¿Cuál es el aspecto psicológico que hace que la droga resulte tan atractiva?
Si sumamos a esto, la situación de una cultura basada excesivamente en el yo, como es la nuestra y especialmente lo era en el tiempo del comienzo de las drogas; la combinación explosiva está servida.
Cuando el yo tiene una fijación sobre una manera de ver el registro de la realidad, el pensamiento se vuelve dogmático. Un pensamiento dogmático es aquel que tiene una sola visión de la realidad, una visión cerrada, en la que no cabe la posibilidad de imaginar ninguna variación posible de la misma.
Pero lo esencial del yo dogmático no consiste sólo en el hecho de ver las cosas de una única manera; sino en una lógica que no tiene en cuenta la posibilidad de la variación, la posibilidad de llegar a verla de otra. No es el caso de alguien que considera que pudiera ver desde otro ángulo pero se da cuenta que no tiene la capacidad de hacerlo; como el caso de un investigador que tiene una concepción del fenómeno y se da cuenta de que esta concepción es limitada, y a partir de esa toma de conciencia, puede investigar otras formas de entenderlo. El yo dogmático no concibe posible otra forma diferente. La visión dogmática es una visión cerrada.
A partir de esta noción, nos dirigimos a plantear que la personalidad dogmática, con el pensamiento cerrado a una concepción distinta, está predispuesta a la drogodependencia.
En la base del aparato psíquico, en su fundamento inconsciente, tiene lugar una condición lúdica, que se traslada directamente a la forma de producción del sentido. Se trata de un mecanismo combinatorio, que hace que según cuál sea la combinación de elementos inconscientes, se producirán diferentes sentidos de la realidad.
Esta combinación ha sido teorizada por Lacan a partir de sus estudios del lenguaje aplicados a la teoría del inconsciente, en la “teoría del significante”. Dos de los trabajos claves en los que elabora esta teoría es en “Función y campo de la palabra”, que se conoce también con el nombre de “El discurso de Roma”; y en “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”.
En síntesis, por decirlo con rápidas imágenes, significa que el inconsciente está formado como una ruedita de símbolos que se van sustituyendo unos por otros y, según la combinación de elementos que se produce en cada momento, se arma un sentido del mundo. Este sentido por lo tanto, tiende a cambiar naturalmente, según esta dinámica que organiza el inconsciente.
Al yo, por eso, le corresponde la función de regulador de la producción del sentido, para que sea adecuada a las condiciones de la realidad y a los impulsos de la personalidad. Si no ejerciera el principio regulador, la producción del sentido tendería al caos, o por el extremo contrario a la inmovilidad.
Cuando se produce un funcionamiento cerrado del yo, hay un gran sufrimiento en el sujeto, porque siente constreñida la tendencia esencial del psiquismo, de recrear la realidad.
No se puede vivir sin cierta represión de esta tendencia, porque la personalidad tendería al caos. No hay más remedio que educar los impulsos lúdicos primarios. En el caso contrario, cuando la represión se ejerce de una forma excesiva respecto a la que exige la adaptación a la realidad, se produce un gran sufrimiento.
En este punto, entendemos que las sustancias psico activas, liberan al sujeto de ese sufrimiento, debido a que tienen la capacidad de producir un descentramiento del yo; confrontando el yo dogmático, con la vivencia de cambio de sentido.
Por ello es que el yo dogmático es la condición psicológica esencial para que el sujeto pueda tender a la adicción.
Si una persona no tiene este problema, sino que se halla en un adecuado funcionamiento yoico, que reprime el impulso que es necesario reprimir, pero deja libre al que no es necesario; ante la vivencia de descentramiento, no sufre ninguna tensión, y por lo tanto, si experimenta con alguna droga, en ello no va a hallar un estímulo particularmente atractivo.
Mientras que aquel que descubre en esa experiencia, que el mundo depende en gran medida de la lectura con que lo enfoca, tiene una puerta de entrada facilitada a la adicción. Como no ha aprendido a llevar a cabo por sus propios medios, la consideración de otros puntos de vista, halla en la droga una herramienta para lograrlo
El psicoanálisis produce, en esta persona dogmática, una apertura del yo hacia el descubrimiento de de la posibilidad de otras lecturas del sentido de la realidad y de su propia persona. Por ello libera a sujeto de esa contrición de la base de la función inconsciente, por el camino del aprendizaje del conocimiento de su propio yo, de su propio sujeto, para decirlo con propiedad.
En la clínica de los adictos sometidos a psicoanálisis, hemos aprendido que, como en muchas otras patologías estructuradas en el síntoma, puede ser útil o necesaria la reeducación, como se hace en los tratamientos de tipo comunitario; para ayudar al paciente a manejar los síntomas que se llevan por delante los intentos de modificación psíquica. En todo caso, mientras el sujeto aprende a contener sus síntomas, el tratamiento psicoanalítico le facilita un instrumento de crecimiento de su yo, sometido a tensiones extremas de tipo dogmático.
Puede aprender por tanto que, como sujeto provisto de pensamiento, puede manejar sus concepciones de la realidad del modo más respetuoso con su naturaleza psíquica, y con las necesidades de la realidad.
Recordamos a un señor de algo nivel intelectual y de gran maduración psíquica, que había consumido cannabis por primera vez en su vida, e iba diciendo con gran asombro a quien se cruzaba con él: la realidad no existe, la realidad no existe.
El efecto del cannabis le había tomado por sorpresa, produciéndole un efecto de brusco descentramiento del yo, haciéndolo entrar en un “viaje”, al que describía de esa manera.
No era una persona dogmática sin embargo, por su sensibilidad, no dejaba de notar el efecto descentrador de la sustancia.
Es este un anti ejemplo, del que tomamos esa frase para explicar la tendencia a la adicción.
Cuando una persona ha estado atornillada a una forma de ver la realidad, el efecto de la droga, al hacérsela percibir de otra forma, le hace ver que “la realidad no existe”, sintiendo el placer de quien se alivia de una forma rígida de sentir.
Este efecto, al que está incapacitado para llegar por sus propios medios, le facilita entrar en un uso dependiente de la droga.
Como el tratamiento psicoanalítico tiene, al igual que la droga, el efecto de descentrar la rigidez del yo, y hacerle percibir por lo tanto que “la realidad no existe”; el uso de la droga se tornará innecesario.
Así, cuando reeduque el hábito del consumo, no tendrá necesidad de volver a la adicción.
Es por eso que cuando el paciente dependiente se trata con psicoanálisis, suelen desaparecer las tendencias a las recaídas; típicas de la experiencia de los tratamientos reeducativos. Como lo dicen clásicamente en la terapia de reeducación de las asociaciones de Alcohólicos Anónimos, “una vez alcohólico, siempre alcohólico”. Esto no es así cuando la persona se trata mediante el psicoanálisis, que cambia la condición psíquica que le hace necesaria la bebida.
Esto da una respuesta al interrogante, planteado muchas veces, en relación con la adicción: ¿Cuál es el aspecto psicológico que hace que la droga resulte tan atractiva?
Si sumamos a esto, la situación de una cultura basada excesivamente en el yo, como es la nuestra y especialmente lo era en el tiempo del comienzo de las drogas; la combinación explosiva está servida.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo con su planteamiento de la adicción, basada en la experiencia clínica.
Anónimo. Me alegro de su acuerdo desde la clínica. Entre otras cosas me ha llevado a releer mi artículo y descubrir que yo también estoy de acuerdo, lo que le agradezco.
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