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domingo, 7 de junio de 2009

EL AMANECER FUNCIONA A CAUSA DEL SIGNIFICANTE



- Sobre la teoría del significante de Lacan –

“El significante representa al sujeto para otro significante”. Esta máxima de la teorización lacaniana parece ponerlo todo de cabeza.

En las vicisitudes de la realidad humana, entre la alegría y la tristeza, el goce y el sufrimiento, el amor y la muerte (amor gana a muerte, decía Macedonio Fernández), el amanecer siempre funciona. A pesar de todo, el amanecer siempre funciona.

¿Cómo se las arregla para funcionar siempre, el amanecer, entre tanta escenografía de catástrofe? – Por gracia del significante.

Esta sorprendente capacidad para la paradoja que tiene el humanito, me ha dejado desde hace tiempo sin palabras. Y me parece – debe ser a causa de esta mañana de domingo en la máquina de escribir, que para mi gusto es como la conjunción de los astros – que con razón. Porque para mí lo explica todo bastante bien.

Sobre todo explica la capacidad increíble de renacer que tiene este ser, hasta la muerte.

Es que muerte es, en vida, el pasaje de un significante a otro. La mente humana está armada como un puzle de fichas de colores que no tienen nada que ver con el sentido, pero que nos encadenan a él. Gracias al significante, a la ficha de color que domine en un momento en el puzle, predomina un sentido de las cosas y de nosotros mismos.

¿Qué ha hecho el humanito ante esta relatividad y ante este absoluto de determinación? Emborracharse, construir dioses, darlo todo por perdido en una melancolía, amar y odiar. Armar ideologías, unas para negar esta determinación mecánica de lo más sentido, otras para afirmarla como una totalidad, otras aún para buscar caminos intermedios, como recomendaba el Buda. Ya que somos las dos cosas, mejor jugar por ahí donde podamos.

Freud decía a los estudiantes que hay una falla en la naturaleza psíquica y recomendaba a los jóvenes no tratar de arreglarla. Cuando algunos de ellos le preguntaban qué tenían que hacer frente a eso, el profesor contestaba, hagan lo que puedan.

Como dice la enigmática frase de Lacan, hay un mecanismo, una ficha de un color determinado, en una cadena de colores que, cuando gira, vuelve a presentar al sujeto que representaba el sistema, a la siguiente combinación de colores. Cambia el sujeto de la combinación, cambia el sentido que le impone al humanito, cambia lo que ve en el mundo y lo que ve de sí.

Ya no es que la persona siente lo que piensa, como decía Descartes en su cógito (ordenamiento). Ya no existe con base en lo que piensa. Ya no es algo que piensa y que por eso vive. Es algo que es vuelto a presentar a cada paso, a cada giro de la cadena de colores.
El significante representa al sujeto para otro significante.

¿Qué somos, semilla germinal que va transmitiendo humanitos mortales, como si cada vida fuera un mecanismo de transmisión de lo que verdaderamente vale, o somos personas humanas, humanitos? (Perdonará la generosidad del lector que los llame humanitos, porque llamarlos humanos, en fin, me parece demasiado rotundo, algo pretencioso quizás). Algo así se preguntaba en un texto Freud.
Ambas cosas, qué más da. Aunque da.
Como decía el presocrático cuyo nombre he olvidado: Nada, sí, pero no nada. Una especie de nonada, vale decir un ser que hace referencia a nada. Sujeto del significante.
Luis Schnitman Madrid, 7.6.2009

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