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jueves, 21 de mayo de 2009

LOS HORRORES DE LA IGLESIA IRLANDESA


Es el título del artículo de Eduardo Suárez, corresponsal del diario El Mundo, 21.5.2009. Pág. 30. Subtitulado: Un informe oficial afirma que centenares de niños sufrieron abusos durante décadas en las instituciones de asistencia social regidas por órdenes católicas.
Referido a un informe oficial que acusa a jerarcas de la Iglesia Católica de Irlanda a ocultar durante décadas abusos físicos y emocionales a menores llevados a cabo en sus escuelas y reformatorios.
Como en otros apartados en que reflexionamos sobre casos sorprendentes de doble moral, este oscuro caso nos asombra y genera interrogantes. Como psicoanalistas, la pregunta que más se nos plantea es la de ¿Qué hay en la psiquis humana para que sean posibles estos casos de elevada contradicción entre la apariencia y la realidad?
La soberbia, que encuentra fácil escondrijo en las posiciones morales más puras, se manifiesta a veces en la perversión.
Una persona que se toma las cosas de su vida y su pasión, dentro de la conciencia normal de que somos humanos, aún más que humanos, humanitos, vale decir limitados y proclives al error, está centrada en la realidad y por ello hasta un cierto punto protegida contra estos extremos.
Siempre terminamos en la misma idea, que sostenemos dentro de la concepción psicoanalítica del sujeto, de que somos seres del símbolo, animales que hablamos, seres hablantes, que tenemos nuestro hogar por derecho natural en la casa del lenguaje. La “dicho mansión” o mansión del dicho, el “hablente” o hablante ser, de Jaques Lacan. Y ello nos condiciona a un conflicto esencial:
- Por una parte, nuestra conciencia es efecto absoluto de la palabra inconsciente que, como una ficha de ordenador, nos lleva a sentir como una verdad absoluta todo sentido – cualquier sentido - que nos impone.
- Por la otra, y proveniente de esta misma sujeción al símbolo; cuando este cambia en el fichaje del programa inconsciente, nos vemos abocados a sentir otra cosa con igual sentimiento de total validez.
Esta locura está en nuestra naturaleza. Conviene aclarar que esto no significa una justificación, porque estamos describiendo una mecánica y no una ética. La ética empezaría por otro tipo de pregunta, como por ejemplo la posibilidad de optar ante las tendencias de la psiquis, en cuya dirección no nos proponemos ahondar. No es nuestro campo de trabajo.
La hipótesis de la soberbia nos parece clave. Es sabido que el humanito tiene esta tendencia enraizada de un modo esencial. Nos remitimos a Freud en su trabajo ejemplar Introducción al narcisismo, en que desarrolla la propia imagen como el fundamento esencial de la identidad, que nos permite construirnos como sujetos.
Lo plantea como un pegamento, no como justificación.
El drama que enfrentamos como humanitos, es qué verdad de nuestro sentir podemos creer, cuando esta puede cambiar hacia otra, que sentiremos con igual realidad.
El personaje que con demasiada vanidad defiende una verdad y pasa a la contraria, o más aún cree esquizofrénicamente dos verdades opuestas, nos habla de esta complejidad del ser del símbolo.
Luis Schnitman
Madrid. 21.5.2009

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