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miércoles, 1 de enero de 2020

BORIS Y LA MÁSCARA


                                                     


Muchos se preguntan por qué Boris Johnson, el primer ministro inglés, se pone voluntariamente en ridículo.

Uno de los ingredientes de la pregunta es que Boris nace en una familia inglesa de multi-multimillonarios, en la creme de la creme del poder económico y social.

Debido a que, el que nace en ese entorno social, está más allá del ridículo, porque su maxi poder tiene como principio que no es posible hacer el ridículo.

Esto puede parecer extraño, pero son símbolos antiguos que provienen de los tiempos de los reyes que se consideraban descendientes de dios, por lo cual eran perfectos e incuestionables. Incapaces por lo tanto de una posición burguesa de hacer el ridículo. Esa posibilidad estaba en exclusividad para los seres inferiores.

En ese sentido, hace el ridículo porque puede darse ese lujo. Y esto produciría un efecto en el ciudadano común, en el votante, porque Boris es la encarnación de lo que en psicoanálisis se entiende como la falta.

Él, como elemento ideológico del poder, es capaz de ponerse en ridículo dando una lección de poder. Como si dijera: Ud. y yo no somos los mismos. Con lo cual ejerce un efecto de dominación, o al menos se dirige a ello.

Se pone en el lugar de la falta, de la imperfección, para terminar haciendo sentir que el ridículo es el opositor.






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