Las
causas del aumento de suicidios.
¿Cómo
no va a suicidarse la gente, cuando el mundo va hacia suicidio, social,
económico y cultural?
El suicidio social se produce por el suicidio
de los individuos uno a uno. Es lo que parece que estamos viviendo.
En el día de ayer, 7.6.2118, se suicidó
Anthony Bourdain, chef francés exitoso a nivel mundial, ejemplo ideal del éxito
social.
Produjo un gran impacto cultural y en todas
las reflexiones atónitas se siente la pregunta ¿Por qué?
Rodeada de variados interrogantes como, por
ejemplo:
¿Cómo es posible?
¿A qué se debe?
¿Está en crisis la sociedad?
La cultura es la red de símbolos que sostiene
las ideologías, las distintas maneras de ver el mundo que tienen los individuos
que las componen.
Me imagino la cultura como una gran bola de
cifras a las que todos estamos enchufados a través de nuestro inconsciente. Es
una sociedad comunicada a nivel inconsciente.
La imagen de una pelota de cifras a la que
están pegadas todas las cabecitas de la gente. Lo que coincide con la tesis del
aleteo de la mariposa en Oceanía y un efecto trascendental en América o en
China.
Una gran mente universal alimenta y al mismo
tiempo es alimentada por todos los seres humanos.
El suicidio de Anthony es como un choque de
trenes dentro de las concepciones de la vida.
Se trata de una persona exitosa que encarna
el valor cultural que identifica el éxito con la felicidad.
Cuando el más exitoso se suicida, queda
cuestionado que el éxito garantice la felicidad. No sabemos que llevó a esta
persona notable por decidir su fin, pero su carácter público y simbólico nos
conmueve.
¿Cómo así?
Estanislao Zuleta en su conferencia “El
elogio de la dificultad” nos alerta de las promesas culturales de felicidad,
basadas en el imaginario del éxito social que no tienen en cuenta el psiquismo
inconsciente que se parece más a una lucha entre el deseo y la realidad.
Tener
éxito social no está mal, pero no es sustancial.
Tener éxito social no está mal, incluso es
necesario, pero no es esencial.
Lo esencial es la calma interna, el éxito
psíquico, el éxito espiritual. Tener tiempo para nosotros mismos, para hacer lo
que nos gusta, como decía el expresidente Múgica del Uruguay.
Preferimos llamarlo psíquico porque tenemos
la impresión de que el término ´espiritual´ implica cierto grado de
idealización.
Al psiquismo Freud lo llama “aparato
psíquico”. La palabra ´aparato´ sugiere algo conformado por un conjunto de
mecanismos, una máquina.
Psicoanalistas,
mecánicos del aparato psíquico.
Como entendemos que el inconsciente es una
máquina, la idealización de nuestro
espíritu maquinal está frustrada para el
estudioso del psicoanálisis.
No se puede idealizar una máquina.
Podrá ser objeto de admiración, como se
admira una obra de arte, por su gran inteligencia y belleza. Pero idealizar una
máquina sería verla como un dios.
En los tiempos actuales la ´inteligencia
artificial´ está de moda. Nadie sabe muy bien qué es, pero subyace al tema una
pregunta:
¿Es mejor el ser humano o el robot? ¿La
máquina de jugar al ajedrez es más inteligente que el ajedrecista?
En la película de Kubrick, “2001. Odisea del
espacio”, el gran ordenador que gobierna la nave empieza a tener diferencias de
opinión sobre algunas normas.
Con una en especial, la que permite pasar la
nave a control manual, apagándolo, si el ordenador. Esto no le gusta al
ordenador.
Se supone que el ordenador no puede tener
sentimientos, pero el de “2001” sí los tiene.
Este es el robot que nos propone Kubrick, una
máquina que siente.
El ordenador de la nave entra en crisis
emocional, mostrándose con las características del humano, como el miedo, el
orgullo, la crueldad y la violencia.
Para Kubrick no hay diferencia entre el robot
y el humano.
Esta pregunta sigue planteada. Y desde mi
punto de vista no ha sido contestada con coherencia sino por la teoría
psicoanalítica.
Lo que
pasa.
Lo que pasa es que esto no se puede decir de
forma directa porque produce un choque en las almas asentadas en un sentimiento
idealizado de sí mismas.
Acostumbradas a mirarse a sí mismas como si
fueran dioses, verse como máquinas no les cae bien y puede ponerlas incluso en
crisis.
¿Qué es todo sino una gran maquinaria?
El mismo Dios, ¿por qué no puede ser una
máquina?
Una máquina con las peculiaridades de un
dios, pero máquina también.
Quién y qué puede considerarse una cosa
diferente a una integración de mecanismos, vale decir una máquina.
´Pero nosotros sentimos y las máquinas no´,
me interpeló hace tiempos una amiga, disgustada con la idea.
Me acuerdo de que le contesté, quizás con el
orgullo de la juventud, que era una máquina que siente.
Ya no soy joven, pero no logro pensar de otra
manera. La diferencia es que no lo digo de frente como antes, lo disimulo
prudentemente, pero en estas líneas lo digo de frente.
No sé bien por qué. Quizás intuyo que es
necesario un poco de verdad.
Quizás, influenciado por el síntoma social
del aumento de los suicidios.
Fue el Nobel francés Albert Camus quien dijo
que el suicidio es la única cuestión filosófica importante.
Camus no era científico que se impone la
demostración de una hipótesis antes de aceptarla como tal sino un artista.
Su opinión es una intuición de artista.
Pero, al ser un gran artista, es una opinión
calificada, que nos hace pensar.
No tenemos duda de que el aumento de
suicidios es un síntoma social.
Un
síntoma social.
Personalmente no tengo duda de que el aumento
de suicidios es un síntoma social. Esta es nuestra intuición entre artística y
teórica.
¿Cuáles son las causas de este síntoma?
Nos parece que el proyecto cultural actual es
un proyecto en que no cabemos todos y al mismo tiempo todos nos convertimos
inconscientemente en asesinos, porque para sobrevivir, tironeamos de una red en
la que no caben todos y en que algunas manos cogidas de la red se debilitan y
caen.
Algunos hermanos salen de la red social,
quedando excluidos de ella.
Locura
gris. La exclusión social.
La exclusión social condena a los que quedan
por fuera a una vida sin dignidad, que es peor que la muerte.
Una vida sin colores, una locura gris.
El color que nos da las ganas de vivir es el reconocimiento
amoroso de los demás. Cuando nos quedamos invisibles para los demás, estamos
convertidos en zombis. Ni siquiera somos como los de Hollywood, que se juntan
con los otros para comerse a los humanos. Zombis solitarios que vagan por allí
sin control ni propósito.
Por eso la heroína es su droga
representativa.
Ya no es, como en otros tiempos, una droga
que vuelve zombi al consumidor; sino que el zombi social consume heroína porque
es lo que le ayuda a soportar su no vida.
Lo que nos hace vivir es el reconocimiento
que implica tener un lugar social. Cuando desaparece, desaparecemos nosotros
mismos.
La heroína hace imposible la angustia, esto
le ayuda porque le quita lo que le queda de humano. La suma indiferencia propia
de la heroína es un consuelo para el zombi, un perfeccionamiento.
Suicidio
en el desprendimiento social.
Cuando alguien está siendo expulsado del
vínculo del reconocimiento, sufre la angustia esencial de dejar de ser vivo y
empezar a ser un muerto en vida.
En el interín entre estar cogido de la red
social y la caída fuera de ella, ante la visión de la pérdida de sí, se produce
una visión aterradora en que la persona a veces prefiere suicidarse.
Esta es una de las lógicas de los suicidas.
A veces no es sólo la causa social la que
lleva a auto agredirse, también hay causas psíquicas que toman su fuerza de la
depresión, que es un estado de falta de interés en la realidad, que se produce
algunas veces cuando la persona ha sido lastimada y no ve nada que le valga la
pena.
Comúnmente la depresión psíquica y la falta
de perspectivas de inclusión se juntan en una pinza de la que es difícil salir.
1 comentario:
Me parece muy interesante su blog aunque tenga una pregunta que no se si podrá responder el psicoanalisis y es la siguiente. Porque habiendo padres "buenos" y con una infancia normal hay un hijo rebelde que va a la mala vida, es Decir, tontea con drogas, hace daño a la gente , etc ¿Alguna explicación?
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