AMOR
COMO PEGAMENTO.
CHANDLER.
“EL LA
QUERÍA” II*
*Ampliación de otro artículo del mismo
título.
“Estaba enamorado de ella – dijo Ane casi con
dulzura. Me refiero a Malloy. No le importó que llevara seis años sin
escribirle ni que no hubiera ido a verlo mientras estuvo en la cárcel. Tampoco
le importó que lo hubiera denunciado para cobrar la recompensa. Se compró ropa
de buena calidad y lo primero que hizo al salir de la cárcel fue ponerse a
buscarla. De manera que ella le metió cinco balas en el cuerpo a manera de
saludo. Él, por su parte, había matado a dos personas, pero estaba enamorado de
ella. ¡Qué mundo!“
´¡Qué mundo!´ nos dice Chandler expresándonos
su asombro de que eso pueda ser así.
´Él la quería´. Eso bien valía dos muertos y su
propia muerte a manos de su amada.
¿Qué clase de mundo es este? ¿Qué clase de
seres somos nosotros? Son las preguntas de Chandler. La cuestión le parece
sorprendente.
Una reacción que Freud recomendaba a sus
discípulos.
Recordemos la recomendación de Freud a sus
alumnos: ´Si ese paciente que viene a sesión tres veces por semana, cuando
llega a la siguiente cita, usted sabe quién es, no está haciendo psicoanálisis.´
Ante el encuentro con una nueva situación, como
psicoanalista, ´no puedo´ reconocer al objeto. Ya que la mirada del
psicoanalista está ´obligada´ a sorprenderse debido a que sabe que nunca somos
los mismos.
En cada situación el ser humano se modifica, se
convierte en otro.
En un sentido radical ´Je suis otre´ (soy
otro) nos decía Rimbaud.
Uno está buscando quién es toda la vida,
hasta la muerte.
El amor
inventa la realidad.
Chandler se sorprende ante la naturaleza del
mundo humano:
La pasión se le aparece como la rectora de la
razón, más allá de otras consideraciones morales, éticas o prácticas.
Hizo el peor de los desastres para encontrar
a su amada, incluyendo la heroica tarea de morir por sus manos. Nada tenía
importancia salvo tenerla, verla. Desde este punto de vista podríamos decir que
había tenido éxito en su empresa.
El éxito del amor es hallar el objeto
imposible. El amor, indiferente a las leyes de la termodinámica, produce la
realidad. La inventa.
Una explicación psicoanalítica es que la
unión del sujeto con el objeto no es sustancial.
Podemos vivir toda la vida con los primeros
objetos, padre, madre, etc. No será una vida muy social pero sí una vida
humana.
La acumulación de historia te da la riqueza
de ser un ser en el mundo, pero eso no cambia tu naturaleza esencial, de ser
dependiente de los objetos.
Ni el anacoreta que se va a una cueva para no
ver las cosas que se le tornan omnipresentes, puede escapar de ellas. Su
meditación será el asombro de descubrirse dependiente por naturaleza humana.
Podré reducir los objetos del mundo al humo
del atardecer, pero no podré sobrevivir sin el humo del atardecer.
El amor es el pegamento que nos une al
objeto, el que nos convence que es verdad la calidez, la verdad de la ilusión; el
que enaltece esta relación de dependencia magnífica, trágica, de relación de
vida o muerte con los objetos amados.
Amo al objeto que realmente elijo, él me trae
el mundo, el que me trae incluso a mí mismo.
Quiero
querer.
El amor es el gran ilusionista, el magnífico
mentiroso, el gran estafador. Loas al amor, nuestro gran benefactor. “Los
desengañados se engañan”, nos dice Lacan.
El trabajo psicoanalítico te puede despegar
del amor por los objetos obsesivos, del amor morboso, de la obsesión de amor, pero
no te puede curar de la necesidad de tener algún amor. Te hará siempre una
persona más social.
Quiero lo que sea… pero quiero.
Quiero un carro rojo, riquezas, un amante
latino… lo que sea, pero quiero.
Quiero querer, porque en ello me va la vida.
Cuando hemos llegado a tener algunas cosas,
lo mejor es que cuando las tenemos las amemos.
Ya que tenemos la disposición natural a
querer estar en el mundo, lo más inteligente es amar esta disposición.
Tener
de qué depender.
Aunque a algunos puede atemorizar el temor a
la dependencia emocional, solo puedo decir que el de la personalidad dependiente,
es un concepto teórico con mala prensa.
Hay otro modo de mirarlo: Que lo inteligente
es tener de qué depender.
La ´obligación´ del psicoanalista es la
sorpresa.
Su capacidad es sorprenderse de todo, como el
mayor de los tontos, un tonto profesional.
Obtiene a cambio una herramienta terapéutica útil
para las neurosis: ´la escucha´, una ´escucha activa´, que le cede al
analizante el lugar que le corresponde y por el que le paga, de buscar su
propio conocimiento.
Si el analista se ocupara de saber de él, le
usurparía su propio lugar, que es el de obtener por él mismo un conocimiento de
sí.
Coincidiendo con el consejo de los grandes
maestros: ´Conócete a ti mismo´.
Conócete a ti mismo, analizante.
El psicoanalista está para observar y
acompañarte en este crecimiento.
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