Los símbolos
determinan la realidad, pero en este tiempo en que se ha descubierto la
relatividad de los sentidos y de las cosas, se cae en el exceso de darle a esa
relatividad una importancia principal. Nos hemos ido al otro extremo.
Que se haya descubierto que la vida puede
tener múltiples sentidos, que hay libertad para elegir cada destino, no
significa que esto se adquiera sin un profundo proceso mental. La construcción
del destino personal no se compra en las estanterías de los supermercados.
Como dijo Horacio Valla, que todo esté permitido
no significa que sea obligatorio.
El sentido infinitamente variable se ha
convertido en una cárcel de híper velocidad. Muros de velocidad, rejas de
velocidad, piso y techo de velocidad.
¿Dónde está el ser humano? Corriendo.
Aceleración permanente, como lo simboliza la
peli Rápidos y Furiosos.
Se ha confundido y olvidado la diferencia
entre velocidad y aceleración. Ahora se
siente veloz lo que acelera. La velocidad clásica, fija, por ej. 120 K/h no es
velocidad, es adormecimiento.
Se cree que vivir es el vértigo de no saber a
qué velocidad iré dentro del minuto siguiente. En un capitalismo salvaje que
construye un sujeto consumidor, donde había un enigma.
La pobre calidad de la educación forma una
mente con pocos pensamientos y produce un sujeto fascinado por todo, como los
niños que se van deteniendo en su gateo en cada una de las cosas con que se
cruzan de la sala al comedor. Pero el niño necesita jugar con múltiples objetos para sintetizar un lugar para la realidad.
El sujeto consumidor que debiera se un adulto que ya cuenta con una concepción de las cosas de la vida, se ve aquejado por una regresión que lo lleva otra vez a la mirada fascinada del bebé que descubre el espacio, sobre todo
lo que se cruza en su camino, ciego a los contextos en que se sostiene el
mundo.
Como dijo el presidente del Cityt Bank en la
crisis del 2008, “Bailemos mientras siga el baile. Después algunos caerán”.
Todo juguete que se mueve le atrae, cada
pajarito que pasa se lo lleva a vivir con él.
No caerán sólo algunos bancos sino la humanidad,
algunos en la miseria material, otros en la pobreza intelectual.
La Espiritualidad
vende su oferta de absolutos, por lo cual se me ocurre que habría que pensar una forma de llegada del psicoanálisis semejante a la de la
espiritualidad, para que vuelva a hacerse más presente en las ciencias simbólicas
de la cultura.
Una suerte de crítica a la espiritualidad
desde el psicoanálisis podría tener base en que el concepto de espiritualidad
parece haber cierta idealización.
- Una pregunta aquí es: ¿En qué consiste la
idealización?
Para mí consiste en una sobrevaloración, en
ver la perfección en algo, idea o cosa. Es como estar enamorado y ver que el
otro es perfecto.
Así, los espirituales son seres enamorados.
La crítica al perfeccionismo de una cosa, de
una idea, siempre choca con la potente fuerza infantil de la visión de la cosa
absoluta, ese osito, ese juguete irresistible de los niños.
Contra eso puede situar su crítica el
psicoanálisis que defiende, por el contrario, un sujeto frágil e incompleto
cuya estabilidad la da la construcción permanente de su ser, como creador, poeta de sí mismo.
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