Angustia ante lo que Jacques Lacan llama ´Lo
real´: lo que no tiene nombre, de lo que no se puede tener idea, de lo que la
mente no tiene representación pero que sin embargo forma parte de la realidad.
Un resto en el sentido, en la visión del mundo,
una especie de agujero negro del pensamiento.
La angustia se produce por la cercanía a este
agujero de la realidad. Cuando nos miramos hacia adentro y sentimos el frío
intolerable de la ausencia de pensamiento, tenemos la misma impresión que
habrán tenido los marineros de Colón en alta mar dirigiéndose hacia una
catarata donde el océano cae en el abismo.
Los tres motines que sufrió fueron producidos
por la angustia que sentían de acercarse a lo real.
Los seres humanos buscamos un sentido
absoluto que tape la catarata de lo real.
La psicología forense del suicidio implica
acercarnos a lo Real. Como le pasa a
´Frodo Bolsón´ cuando se pone en el dedo el anillo de poder.
El atrevido observador necesita hallar una
forma de enfrentarse a su propia angustia:
La del suicida le llevó a la muerte. La suya ha
de llevarlo a un conocimiento.
Una manera de lidiar con esta angustia ante lo
real es la negación, otra, común entre los intelectuales, la
intelectualización.
Son dos defensas equivalentes a construir
paredes contra la angustia.
Hay una forma resolutiva, un psicoanálisis
personal de los caminos de la angustia en la propia personalidad.
Nos enseñará que el miedo al vacío es un
error de comprensión, porque el vacío no es posible en el mundo de la
representación de la conciencia.
En la visión del mundo el vacío aparece como
amenaza pero nunca como realidad.
Ante esta comprensión deja de tener lugar la
angustia.
En el magisterio del psicoanálisis suele
decirse que la representación cura la angustia.
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