(1) Sub título de un artículo del diario “El País”, España, 20-04-2012,
de Elsa Fernández-Santos.
Cita a escritores que fueron llevados a campos de reclusión con iguales horrores
en distintas guerras y pudieron seguir
vivos gracias a trabajar a maestros de la literatura:
“Devuelve a la actualidad este viejo misterio: El del hombre preso
salvado por el arte o por la toma de consciencia de su propia trascendencia
frente al infierno. Como Jorge Semprún leyendo y releyendo a Paul Valéry en
Mauthausen. Como Primo Levi, en una inmunda barraca de Auschwitz, recitando al pikolo de su kommando el Canto del Ulises
de La divina comedia, o como la
profesora Tatiana Gnedich, encarcelada sin libros y sin luz en un Gulag de
Siberia, repitiendo sin descanso los 30.000 versos del Don Juan de Byron.”
Al respecto nos surge una pregunta:
¿Por qué razón la compenetración con la poesía puede alimentar el espíritu ayudando a sobrellevar
situaciones atroces? Como psicoanalistas nos preguntamos por el mecanismo que
hace que esto que se produzca.
Entendemos que la estructura del inconsciente es poética.
Conformado por el mecanismo del significante, una red de símbolos que se re combinan permanentemente, cada una de sus combinaciones
ofrece un nuevo de sentido de la realidad. Lo que hasta hace un momento era
familiar resulta extraño, lo que no nos interesaba ahora nos atrae más que
ninguna otra cosa en el mundo.
Cuando tenía 18 años anhelaba tener una enamorada con la que vivir
mirándonos a los ojos. Cuando empecé a escribir a los treinta sentía que lo que
más me gustaba en el mundo era escribir libros.
Es un fenómeno humano esencial: Construimos la realidad según la cifra
inconsciente de nuestros anhelos. Por este mecanismo la realidad queda en
segundo plano.
Cuando los seres humanos
consiguen sintonizar su inconsciente poético con textos maestros de la
literatura, se sienten vibrantes aún estando sometidos a las peores situaciones
de realidad. Es útil recordarlo en estos tiempos oscuros.
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