El otro día en el bar en que me pongo a escribir en el mini ordenador bendito, que por su poco peso le permite a mi espalda llevarlo conmigo, tuve una experiencia, que voy a relatarles.
Fue una experiencia de inter construcción, de que los seres humanos nos vamos modificando entre nosotros, en los procesos inconscientes de comunicación.
Hablaba con la dueña del bar, de cómo ella se defendía mejor en la crisis económica, gracias al trato familiar que le daba a los clientes.
Me dijo que venía gente de todos los tipos, algunos a conversar, otros a tomar un café o desayunar, y otros como tú, a escribir. Cuando dijo esto último, una sonrisa apareció en su rostro.
¿Por qué apareció la sonrisa cuando se refirió a mí, dentro de los múltiples clientes?
Sentí que el sentido de la sonrisa compartida era la expresión de un rubor, el rubor del sentimiento de ser uno en la vida del otro.
En esa pequeña porción de la vida de cada cual, en que yo por usar el bar para escribir y ella por tener un escritor dentro de la clientela, nos sentíamos cómplices. Cómplices de existir el uno para el otro, de habernos metido subrepticiamente en la vida del otro, por la ventana.
Es que todo son ventanas. Como dijeron los Beatles en el Submarino Amarillo: Todo es imaginación ¿saben?

No hay comentarios:
Publicar un comentario