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viernes, 18 de diciembre de 2009

LA SEXUALIDAD COMO ENIGMA

LO QUE FREUD DESCUBRE EN LA SEXUALIDAD ES QUE EL PENSAMIENTO SE BASA EN UN ENIGMA.


Vamos a tratar de explicar el enigma de la sexualidad describiendo la forma en que se relacionan las posiciones sexuales entre sí, y a partir de eso cuál es su naturaleza.
Lo primero que diremos es que ambas posiciones sexuales, en tanto posiciones psíquicas, son posiciones simbólicas.
Porque la naturaleza misma del psiquismo es simbólica.


La mujer – vale decir, la posición sexual femenina - es especialista en ser el objeto del deseo. A mí personalmente me parece encantador el erotismo, la relación que tienen entre sí el hombre y la mujer (no los compañeros de trabajo, sino las posiciones masculina y femenina).
Me doy cuenta de que el hombre – la posición masculina - es un tonto, posición que ocupa la función del tonto.
Porque tiene que creer que ella es deseable. Para eso tiene que equivocarse, cometer un error fundamental: sentir que hay algo que merece ser deseado.


Y bueno, que le vamos a hacer, para ser un hombre tiene que tener esa tontería, en la que son cómplices tanto el hombre como la mujer. Lo propio de la posición masculina es el desear.
Ese es el primer error, asumir que el objeto en sí mismo tiene cualidades que lo hacen deseable, que hay algo en el objeto mismo que merece esta tendencia del otro hacia él; cuando en realidad es todo un mecanismo de la mente y no una capacidad del objeto. La mente en posición masculina necesita desear.
No pretendo decir que la realidad material, la realidad externa al humano no exista. Hay un mundo en la realidad material, en la realidad física, exterior, pero es la mente la que necesita desear, la que se construye y se sostiene por desear algo de ese mundo. Es algo que necesita la mente para existir, no la realidad; a la realidad le tiene sin cuidado que alguien sienta algo por ella. Lo que aporta la realidad es estar ahí, pero es la mente la que tiene que tener una actitud de interés por ella.
Nadie pensaría que un investigador científico que pasa su vida descifrando las capas del hielo antártico para saber el origen del planeta, es llamado por algún interés que tiene el hielo. Es a él al que se le ocurre que es un hielo fascinante.


Otro ejemplo del ámbito familiar: Hay un hermano que desea sentir que su hermana lo mira mal, y el domingo en el almuerzo familiar, cree ver en ella esa mirada. Ese es su deseo - es bueno que tenga algún deseo, ese o cualquiera, porque sólo por desear se sostiene su aparato de pensamiento - pero su deseo no se debe a algo que le pasa a su hermana, la que en realidad, supongamos, lo quiere tiernamente, ni porque estén reunidos en familia, ni porque sea domingo… es su mente la que lo ve así.
Bueno, ese es el primer error de la posición masculina, creer que el otro hace algo o tiene alguna característica propia que le obliga a tener deseos hacia él. Ese es su error y su tontería.


Después viene el segundo error de la posición masculina: creer que ese algo del mundo exterior que merece ser deseado es una cosa en particular, algo específico, y que eso es la mujer.
Eso ya es una exageración. Eso ya es un engaño total a sí mismo. Pero ¡funciona! Porque si el ser humano no desea no puede pensar, porque desear es lo que arma la base del pensamiento, de acuerdo con Freud.


A la chica – posición femenina - le pasa lo mismo del otro lado del juego simbólico: ella desea ser deseada.
Es la posición femenina. No es que la chica no desee, pero cuando desea está en posición masculina. La posición femenina es desear ser deseada sea que se produzca en una mujer o en un hombre.


Todo esto me parece notable, fantástico, terrible e infausto. Porque es al mismo tiempo todo, y nada; eso alcanza para varias vidas. Ya llevamos milenios de esta estupidez. Es un juego de símbolos, eso es lo que es.
Si lo miramos como un juego de símbolos no es ninguna tontería, es una realidad, al realidad humana que es una realidad simbólica, pero si lo miramos como realidad material es una soberana estupidez.


Es un enigma inacabable. Es algo que no tiene ningún sentido; lo que digo es para hacer notar que se trata del funcionamiento de los símbolos en la forma de un enigma.
Eso es lo que se suele llamar vida erótica.


A mí me parece fantástico, me encanta. Me encanta porque es todo y nada al mismo tiempo. Esa es la vida humana, una encrucijada simbólica.
Eso es el sentido que Freud le da a la sexualidad, que el pensamiento se funda en un enigma.
No en el enigma de las relaciones sexuales físicas, como se ha vulgarizado, sino que, en la observación sexológica que hizo al comienzo de su investigación sobre las relaciones sexuales, descubrió estas cosas de la naturaleza del psiquismo.
Se da cuenta de que lo que funciona en las relaciones sexuales de los adultos y de los niños es la estructura del pensamiento y que esta es una estructura basada en un enigma y que esta estructura de enigma está en todo lo que vive y piensa el ser humano, vale decir que no es una cosa particular del sexo, de las relaciones sexuales físicas.
A esa estructura la llama la sexualidad. Después se la ha llamado con más propiedad, erotismo.
Para verlo con claridad, se habla por ejemplo del erotismo del poder, que es un tipo de erotismo, consistente en aplicar el enigma del pensamiento al poder, es entender el mecanismo del deseo de poder. A esto Freud también lo llama sexualidad, en el sentido que explicamos antes.


Madrid. 1.09.2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

fabuloso! me encanta! me aclaraste muchas ideas

Humanito dijo...

Querido Anónimo:
Me alegro mucho de que te haya aportado algo el artículo.
Humanito