SUBLIMINAL.

LA VIOLACIÓN DEL INCONSCIENTE NOS CONVIERTE EN ZOMBIS.

La ley de EE. UU. “sólo” desaconseja el uso de estímulos subliminales.

Dice Max Keisser, de ´Keisser Report´:

“¿´Sólo´ los desaconsejan? Creía que estaban prohibidos.  

¡Cielo santo! estamos condenados.”

Según los tribunales, “Los mensajes subliminales pueden constituir una invasión de la privacidad”.

“Es una invasión del inconsciente, como una violación. Como si nos clavaran un cuchillo en la mente. Se trata de un asesinato del inconsciente que nos convierte en zombis.”

Significado práctico del uso indiscriminado de mensajes subliminales.

Es la desaparición de la raza humana como la hemos conocido hasta ahora. Las personas ya no piensan.

Dentro de la concepción de la racionalidad kantiana en que hemos vivido hasta ahora, uno de los tres principios de la lógica racional es pensar por uno mismo.

El psicoanálisis ha venido a aportar a esta lógica que el inconsciente determina el pensamiento consciente.

Pero cuando el inconsciente puede ser violado desde fuera, el ser humano se convierte en zombi, como dice Keisser.

La importancia práctica de esta invasión del ser.

Nuestros aciertos y errores seguían hasta ahora siendo nuestros. Mareados entre consciente e inconsciente, íbamos inventando nuestra propia vida, en una escuela permanente de aprendizaje sobre el error. Podíamos aprender utilizando el error como materia prima.

Si no nos equivocáramos ¿cómo haríamos para saber que es acierto y qué es error? El error era nuestro maestro.

Si nos quedamos sin inconsciente ¿qué perdemos o qué ganamos? ¿Qué pasa con esto? Es posiblemente una cuestión de elección, de qué le gusta a cada cual.

Hay personas que eligen ser zombis, no tener que pensar es para ellos un alivio. Es cierto que pensar produce cierta angustia, porque el pensamiento tiende a ser creativo y a modificar las cosas a las que estamos acostumbrados.

Si se ha vuelto dependiente de no pensar, es comprensible que prefiera seguir en esa zona de confort.

Dejar el confort convierte a la vida en una aventura donde todo será prueba y error y ni la mayor sabiduría podrá evitar el error.

Como lo enseñan los deportes extremos, hay un goce en el riesgo.

Lo que se pierde al quedarnos sin inconsciente es ese goce.

No creo que sea posible, de todos modos, una vida sin riesgos. Al no funcionar nuestro inconsciente cambia la percepción del riesgo, pero eso no significa que el riesgo haya desaparecido.

Imagino ese asesinato del inconsciente como una borrachera permanente.

Me acuerdo de una escena en una novela de Dashiell Hammett, en que un señor muy normal, con su trabajo, su familia, su casa, su club social, etc., al caminar desde la empresa al restaurante, sufre un curioso accidente.

Cae una viga a su lado sobre la acera, proveniente de una obra en construcción. El hombre sale ileso exteriormente, pero en su interior sufre una conmoción del sentido que tenía la vida hasta ese momento.

Piensa: Si en plena felicidad una viga puede borrarnos del mapa por puro azar ¿cuál es el sentido de la vida?

Sin atinar una respuesta, llevado por una gran angustia, deja a su familia y sus cosas y se larga a vagabundear. Después de varios años vuelve a su país, a una ciudad distinta de la que vivió antes y vuelve a armar la misma vida que había dejado atrás.

Hammett no devela la cuestión y deja al lector ante el enigma.

No estoy seguro de tener una respuesta a lo que angustió primero y finalmente le quitó la angustia al personaje, pero quizás tiene que ver con que al regresar había aceptado la realidad del riesgo de vivir sin que ello le quitara sentido, convirtiendo a la vida en una aventura.

Soy feliz por estar vivo, pudo haberse contestado a sí mismo aceptando la incertidumbre.