Qué bueno, que bien que le hace al corazón ver
que existen algunas personas que echan la mano al caído.
Canadá por ejemplo, que se ofrece como
residencia temporaria para los que han quedado varados en los aeropuertos de
EEUU, y un señor cuyo nombre no tengo ahora, director de una mutinacional que
les ofrece alojamiento gratuito hasta resolver su situación.
¡Hurra por ellos!
Ahora me podré morir de alguna otra cosa,
pero menos del corazón.
Esto sorprende, a mi entender resulta
sorprendente porque aparecen como la excepción en un sistema de vida en que los
seres humanos son descartables.
Nadie soporta eternamente dejar en el
inconsciente la culpa de esta acción; tarde o temprano cae enfermo a raíz de
una somatización.
Cuando hacemos desaparecer de la conciencia
un acto reprobable, este aparece en nuestro cuerpo o en el medio social.
Así ocurren tantas desgracias, por necesidad.
¿Necesidad de qué? De sacarnos el taco de adentro, sepultado en lo más profundo
del lenguaje, pujando por expresarse.
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