El presidente de Venezuela, Maduro, no es
fuerte en diplomacia, hasta da vergüenza ajena, pero, qué le vamos a hacer,
dice la verdad que es lo que importa.
Cuando los funcionarios de fina retórica de
los centros del poder dicen que sus acusaciones son ridículas, eso no hace que
dejen de ser verdaderas.
Los funcionarios hegemónicos saben sostener
una estrategia de discurso - se pasaron la vida haciendo estudios de estrategia
- y está en su recorrido la experiencia del manejo del poder; pero la más
elegante negación de la verdad no hace que sea verdadera.
No podría ser de otra manera ya que el
trabajo de reprimir una representación es ya un monumento de la idea. De un modo
sencillo basta con cambiar un sí por un
no para acertar en lo que esconde el discurso de la falsedad.
Como si quisiéramos cubrir de cera un objeto incómodo,
la forma de su envase va a mostrar aquello que oculta. La funda de una espada
tiene semejanza con la espada. La sonrisa almibarada que oculta el odio y la
agresión se delatan en su exceso de miel.
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